La labor comunal se
realizaba de manera conjunta, ordenada y satisfactoria por el bienestar de la
localidad y su población en general. Íllimo no fue ajeno a ello.
Es una tradición que
data en Íllimo desde inicios del siglo XIX, cuando se hicieron las
reparticiones de las tierras a los pocos pobladores que por acá echaron raíces.
Entonces hubo la necesidad de establecer un sistema de riego, habiéndose
convertido los bosques de algarrobos en tierras de cultivo.
Por eso se
construyeron las acequias o canales de regadío y para su mantenimiento todos
los agricultores tenían que colaborar en la limpieza de éstas. Para dar aviso
sobre este trabajo, se acostumbra tocar un tambor o caja de cuero de chivo, muy
sonora por cierto, el que lo maniobra es uno de los agricultores.
Tiene dos maneras de
toque, uno para anunciar la reunión y otra para anunciar el lugar por donde va
la limpia. Famoso cajero fue don Luis Flores, casado con la Sra. Manonga
Vílchez. A él le decían “El Borrao” Flores, por las viruelas que habían sufrido
cuando era niño.
Primero se limpian
las ramas y después se hace lo propio con los cauces o acequias madre. Cada
agricultor participante, gana un jornal, un boleto que le servirá para realizar
los arreglos de derechos de agua en la oficina de regantes del lugar.
El trabajo es en
conjunto, todos para todos, es una especie de Minga, después de concluida toda
la labor todos los agricultores se reúnen en el último día y hora de trabajo y
la caja anuncia que todos irán a realizar la limpieza del cementerio general
del pueblo como un homenaje a todos los agricultores muertos del lugar y para
que las ánimas los ayuden en sus sembríos y cosechas.
Fuente:
Prof. Salomón
Cabrejos.
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